Amnesia by Amado Nervo

Amnesia by Amado Nervo

autor:Amado Nervo [Nervo, Amado]
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 3

Nuestro idilio siguió su curso apacible y un poco eglógico bajo las frondas, y un mes después de lo relatado, en otra tarde tan bella como la que con sus luces tenues acarició nuestras primeras confidencias, yo me presenté a Ana María de levita y sombrero de copa.

-¿De dónde viene usted ten elegante? -me preguntó.

-De casa: no he visto a nadie; no he hecho visita ninguna.

-¿Entonces?

-Vengo con esta indumentaria, relativamente ceremonial, porque voy a realizar un acto solemne…

-¡Jesús! ¡Me asusta usted!

-No hay motivo.

-¿Va usted a matarse?

-Algo más solemne aún: Moratín coloca las resoluciones extremas en este orden: 1.ª, meterse a traductor; 2.ª, suicidarse; 3.ª, casarse, yo he adoptado la más grave: la tercera resolución.

-¡Qué atrocidad! ¿Y con quién va a usted casarse?

-Con usted. Vengo a pedirla su mano y por eso me he vestido como para una solemnidad vespertina.

-¡Qué horror! Pero, ¿habla usted en serio?

-¡Absolutamente!

-Ya voy creyendo que no es usted tan cuerdo como lo asegura.

-¿Por qué?

-Hombre, porque casarse con una mujer desconocida; con una extranjera a quien acaba usted de encontrar, de quien no sabe más que lo que ella ha querido contarle, me parece infantil, por no decir otra cosa…

-¿Por no decir tonto? Suelte usted la palabra: ¿Hay acaso matrimonio que no sea una tontería?

-A menos -añadió ella sin hacer hincapié en mi frase-que me conozca usted por referencias secretas; que se haya valido de la policía privada, de un detective ladino, y haya usted obtenido datos tranquilizadores… Por lo demás, en Estados Unidos casarse es asunto de poca monta. ¡Se divorcia uno tan fácilmente! ¡Con hacer un viaje a Dakota del Norte… o del Sur, todo está arreglado en unas cuantas semanas!

-Yo estoy dispuesto, señora, a casarme con usted a la española: en una iglesia católica, con velaciones, con música de Mendelsohn y Wagner, padrinos, testigos, fotografía al magnesio, etc., etc.

-¡Qué ocurrente!

-He dicho que vengo a pedirla su mano, esa incomparable mano, que parece dibujada por Holbein en su retrato de la duquesa de Milán, o por Van Dyck…

-¿Quiere usted que hablemos de otra cosa?

-¡Quiero que hablemos de esto y nada más que de esto!

-Pero…

-No hay pero que valga, señora: supongamos que lo que voy a hacer es una simpleza; lo diré más rudamente aún y con perdón de usted; una primada. ¿No tengo el derecho a los treinta y cinco años, soltero, rico, libre, de correr mi aventura, tonta o divertida, audaz o vulgar?

-Usted tiene ese derecho; pero yo tengo el mío de rehusar.

-¿Y por qué?

-Porque lo que le insinué la otra tarde es una verdad; porque en determinada hora de mi vida debo irremisiblemente romper los lazos que me unen a la tierra, quebrantar los apegos todos, hasta el último… y desaparecer.

-¡Quién sabe si usted, señora es la que no está cuerda, y el amor y la locura… , o la cordura por excelencia, va a sanarla! «Si quieres salvar a una mujer -ha dicho Zarathustra-hazla madre». Usted no ha sido madre. Una madre no se va a un convento dejando a su hijo.

Santa



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.